5:45 p.m. | La calles cercanas a la casa de campaña de Josefina Vázquez Mota parecen un pueblo fantasma. Afuera del lugar, unas cuantas camionetas con calcomanías de la ex diputada esperan estacionadas. Me acerco a un hombre que espera dentro de uno de los autos. Dice que habrá un evento a las 10 de la noche y que la candidata estará presente. Para asegurarme, entro a la casa. La recepcionista salió y nadie sabe si habrá un festejo en ese lugar.
6:10 p.m. | Hace seis años, las calles aledañas al CEN del PAN tuvieron que ser cerradas por un tumulto de panistas que querían celebrar. Hoy no hay necesidad. Unos cuantos elementos de tránsito vigilan el lugar. La sede del blanquiazul luce fría, oscura y vacía. No hay grandes adornos, apenas unos cuantos letreros con el rostro de Vázquez Mota. En la esquina de un salón cercano a la cafetería, convertida para la ocasión en una sala de prensa, descansa un revistero con ejemplares de La Nación, órgano editorial de comunicación del PAN. El descuido y el desorden son evidentes.
6:30 p.m. | Vázquez Mota tiene media hora de retraso. La ex diputada ya debería de estar aquí. Su equipo tenía previsto el arribo de la candidata entre las 5 y las 6 de la tarde, pero todavía no sabemos nada. Los reporteros empiezan a desesperarse. Comienza a circular un mail en el que avisan que la candida panista dará una conferencia de prensa a las 10:30. Los periodistas no son los únicos que esperan, atrincherados atrás de una mesa llena de vasos vacíos, un cuarteto de elegantes meseros observan con la paciencia de aquel que se sabe ajeno a la catástrofe. Cuatro hombres de blanco convertidos en testigos morbosos por obligación.
7:32 p.m. | Juan Manuel Oliva es el primero en dar la cara. El ex gobernador de Guanajuato aparece en la sala de prensa para dar un mensaje: “A nombre del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional quiero informar a todos ustedes sobre el resultado en la elección de Guanajuato. De acuerdo a datos de encuesta de nuestro partido aviso lo siguiente: nuestro candidato, Miguel Márquez Márquez, obtuvo según la encuesta, 50.5 por ciento de la votación; Juan Ignacio Torres Landa, candidato del PRI y Partido Verde, 39.2 por ciento; Adolfo Montes de la Vega, del PRD, 6.9 por ciento de la votación”.
7:45 p.m. | Un nuevo cambio de plan: Vázquez Mota saldrá a las 8:30 a dar un anuncio. La gente comienza a reunirse en el auditorio principal del lugar. Guiados por sus convicciones, varios rostros que encontré hace un par de horas en la casa de campaña panista están ahora aquí. Los adornos dentro del auditorio son bastante discretos. Al fondo, pequeños sillones blancos y mesas con tulipanes del mismo color sirven para descansar, socializar, esperar el mensaje de la candidata. Todo blanco, un color asociado con la pureza y la fe.
7:50 p.m. | Hombres con chalecos de color azul marino reparten banderas con el logotipo de Acción Nacional. Frente a la mesa en la que dentro de unos minutos aparecerá Josefina, se forman grupos de jóvenes que ensayan sin éxito algunas porras. Ningún rostro conocido en el lugar: ni candidatos locales, ni federales, ni funcionarios de la administración de Felipe Calderón. Josefina termina su carrera como la comenzó: sola.
7:56 p.m. | Hace seis años, en este mismo lugar, Josefina celebró los 15 millones 284 votos que le dieron el triunfo a Felipe Calderón. En la última fiesta blanquiazul, el entonces líder nacional del PAN, Manuel Espino Barrientos, levantó el brazo de su candidato en señal de triunfo. Hoy, más lejos que nunca del presidente Calderón, Vázquez Mota se prepara en algún lugar del CEN del PAN para dar la cara y reconocer su derrota. Y mientras esperamos, un mesero me alcanza a responder: “Esto puede durar cinco minutos o cuatro horas”.
8:30 p.m. | Vestida y alborotada, como una novia plantada en el altar, aparece Josefina Vázquez Mota rodeada por un séquito que incluye a Gustavo Madero, Santiago Creel, Ernesto Cordero y el gobernador de Morelos, Marco Adame Castillo. Rosi Orozco y Margarita Zavala, dos mujeres que la acompañaron desde el principio de la campaña, no están hoy aquí. Un grupo heterogéneo escucha atento. La mayoría son jóvenes. Pocas camisas azules y aparentemente no hay algo que demuestre su unidad.
8:38 p.m. | El escenario es trágico: tras dos sexenios, el PAN pierde la Presidencia de la República, se queda sin la gubernatura de dos estados importantes –Morelos y Jalisco–, y las únicas tres delegaciones panistas en el Distrito Federal están en riesgo. Sin embargo, ella, con esa sonrisa inexplicable, hace un recuento de lo que le dejó la campaña: “Hoy, quienes participamos en esta campaña somos mejores que hace 90 días. Hoy conocemos a un México que no conocíamos desde lo que una campaña permite. Hoy hemos tocado manos, hemos abrazado almas, hemos escuchado conciencias y propuestas.”.
8:43 p.m. | “Sé que en algunas entidades las casillas se están cerrando apenas, ahí está Sonora por ejemplo, y reconozco que las tendencias hasta este momento no me favorecen”, dice Josefina y la sala enmudece. La candidata panista no quita la sonrisa de su rostro. El resto de su séquito permanece serio. Más que un discurso parece un réquiem: Vázquez Mota interpreta su última pieza de las elecciones, y a su lado Roberto Gil Zuarth es el encargo de cambiar las páginas de la triste partitura.
8:58 p.m. | Los iPhones con los resultados del PREP pasan de mano en mano. Y aunque la información sólo confirma lo que las encuestas vienen diciendo desde hace tiempo, frente a mi, dos jóvenes miran incrédulas las cifras. El optimismo se va acabando y las porras bajan de intensidad.
9:07 p.m. | El presidente nacional del PAN, Gustavo Madero, toma el micrófono. “Hoy los ciudadanos salieron a votar. Eligieron a otro partido para la Presidencia de la República. Reconoceremos los resultados institucionales. Felicitamos a los millones de ciudadanos que participaron con civismo y espíritu democrático en esta elección”, dijo. A su izquierda, el ex secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, permanece serio y aplaude sin fuerza.
9:13 p.m. | Josefina se despide con promesas. Para cerrar el acto, suena el himno del Partido Acción Nacional. Gran parte de los jóvenes permanecen en silencio. Cantan también el Himno Nacional Mexicano y después de unos cuantos aplausos, el escenario queda vacío otra vez. La masa comienza a disiparse. Las puertas del salón se abren y el ambiente se torna aun más frío. Los meseros vuelven a aparecer. Recorren el salón con charolas llenas de canapés. Las penas con pan son menos, dicen.
9:20 p.m. | Unas cuantas banderas blanquiazules ondean en el aire. Los jóvenes gritan “¡Josefina, tú historia no termina!” una y otra vez; gritan “¡Madero!” unas cuatro o cinco veces y callan. Y mientras los invitados salen del salón, el suelo se llena de vasos y banderines que hoy sirven para muy poco. Los tulipanes de algunos arreglos ya fueron saqueados. Las mesas están llenas de vasos sucios y servilletas. Algunos aprovechan para tomarse una foto en lugar en el que Josefina reconoció su derrota.
9:32 p.m. | La fiesta termina pronto. Queda mucho por reflexionar, dicen algunos que caminan cabizbajos, con la derrota sobre los hombros. Unos cuantos con lágrimas en los ojos se abrazan, mientras que la mayoría parece haber previsto la derrota desde tiempo atrás. El mismo piso que hace seis años se llenó de confetí, está ahora cubierto por dulces, vasos y banderas. El equipo de limpieza ya está aquí. Dos mujeres y un hombre son los responsables de limpiar el desastre, de maquillar el escenario de una tragedia porque mañana hay que volver a empezar.